El cielo roto… Como el espejo sangriento que usé como retrovisor. Un espejo que puse siempre en frente mío y que devolvía como una película oscura y veloz mis pasos, las miradas profundas, certeras, como los dedos de un pianista eterno que se queda tocando esa melodía vertiginosa, en medio de la lluvia en la carrera séptima, bajo un foco desamparado, ausente, que vio las manos enlazadas, los besos presurosos y las palabras que nuca alcance a escribir y que me dejaron para siempre huérfano bajo un blues que volvió mi cuerpo sangre transparente en un cause oculto que siempre me llevo a ti en ese remolino inesperado de los días.
Las calles se secan sin importar la tempestad, los carros se van volviendo elementos vacíos de decoración, y mis brazos se van moviendo de nuevo libres por el aliento de los vagabundos, del vodka y del embriagador aroma de los transeúntes que poco a poco resucitan como fantasmas inventados… y el espejo se rompe en medio de una luna de plata grande que se encuentra plantada entre los cerros.
La lluvia no se detiene, y va ahuyentando las putas de las esquinas, los perros buscan puentes y marquesinas. Mis recuerdos van desapareciendo, como una mala tarea echa a lápiz que fuiste borrando con una goma hasta dejarnos para siempre el silencio y el beneficio de la duda.
Entre tanta mierda, dime, donde estabas tú?
Entre tanta mierda, dime, donde estabas tú?