miércoles, 4 de agosto de 2010

Desde el club de los Humildes


ORGULLO. Qué palabra dura, cuantas cosas se hacen en pro de una característica que se pavonea de lo bueno a lo malo todo el tiempo. Decía Mercedes Sosa que uno vive inventando viajes, haciendo cosas, inventando amores, golpeado por desamores pero que sólo se trata de vivir.  Hace ya varios meses me uní al club de los humildes. Creo que tal vez siempre pertenecí a él, pero lo olvidé de pronto y pretendí ser quien no era.

Sueño cada madrugada con manos agarradas… sueño cada madrugada con la candelaria… sueño cada mañana con realidades que no han pasado…. O si? La mente a veces me sacude y ya ni sé que es lo cierto y que es lo que me invento… El tinto, el viento, la ventana, maravillas todas juntas, como un abrazo… Como una mirada fija, perdida, el tiempo embelesado…

Desde el club de los humildes a veces se habla pero la voz no retumba, es como si fuera un castigo del viento no dejar pasar las palabras, y lo que se escribe no se lee, o es mal leído, o el silencio… El silencio es tan extraño… Hay dos clases de silencio, el silencio que comunica, o el silencio que es solo muerte momentánea, como una luna, que puede estar brillante, u oculta tras la nubes, con su luz agonizando…

Las dinámicas de este lado son tan simples, es disfrutar del agua como en un rio, y uno metido todo, agarrado de las piedras, mientras la corriente de agua fría y ligera va pasando, y uno es sólo un cuerpo quieto, que espera que toda el agua en uniforme paso vaya a uno limpiando

Pero que complicado es el inentendimiento,  pareciera que lo que mas pesa es el orgullo destructor, que eso ejerciera cierta seductora atracción… Pero eso está muy lejos, lejos de lo que hemos decido ser.



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